Buscar en Google:

En el 2015 el Tour de Francia será una gran prueba y batalla para los escaladores

El Tour de Francia 2015 será más que nunca una batalla abierta entre los mejores escaladores del mundo, ya que contará únicamente con 14 kilómetros de contrarreloj individual frente a los siete finales en alto, dos ellos en conocidos muros. El recorrido de la próxima edición de la mejor carrera del mundo por etapas asegura una competición de máxima igualdad en la que Alpe d'Huez será el juicio final que abra las puertas de París.

Después de superar el siglo de historia, el Tour de Francia continúa intentando renovar los retos que propone en su recorrido, aderezados en su propuesta para 2015 con adoquines, etapas trampa y pocos kilómetros contrarreloj. Y como sucedió en 2009 con el Mont Ventoux o en 2013 con Semnoz, los organizadores han buscado "acercar la montaña a París" y dejar que sea una de las montañas míticas la que perfile los contornos definitivos del podio final de los Campos Elíseos. 

En esta ocasión el honor ha recaído en el Alpe d'Huez, sus 21 curvas repartidas en menos de 14 kilómetros y con una pendiente media superior al 8 %, la traca final de una edición en la que, como viene sucediendo en los últimos años, la montaña vence a la contrarreloj. 

Según ha hecho público la empresa organizadora de la ronda, 'Amaury Sport Organisation' (ASO), la carrera dará comienzo el 4 de julio en la ciudad holandesa de Utrecht con la única crono individual que habrá, y terminará en los Campos Elíseos el 26 del mismo mes. 

Como estaba previsto, los Pirineos estarán delante de los Alpes, con los finales en alto en La Pierre St Martin y Plateau de Beille. Pra-Loup, La Toussuire y Alpe d'Huez serán las llegadas alpinas, aunque antes, en la primera semana, los ciclistas tendrán que superar dos 'muros' como los de Huy, final de la Flecha Valona, y el de Bretaña. 

Además, también habrá una contrarreloj por equipos, de 28 kilómetros y antes del primero de los dos días de descanso, y los organizadores han decidido recuperar las bonificaciones de las llegadas, ausentes desde 2008.

Son los nuevos tiempos que corren en el Tour cuyo patrón, Christian Prudhomme, quiere una carrera abierta, pelea franca cara a cara, sin el intermedio de las manecillas que siempre dan una renta a los especialistas para que puedan dosificarla en las rampas.

Nunca antes un Tour habrá tenido menos kilómetros cronometrados desde que en 1947 se introdujo esta disciplina. Catorce individuales en la primera etapa, en las llanas calles de Utrecht, sexta ciudad holandesa que acoge la salida del Tour, el país extranjero que más veces ha tenido ese honor de las 21 en las que la ronda francesa ha exportado su inicio.

Y otros 28 por equipos en la novena etapa, gracias a que el Tour ha logrado una derogación a la regla que impone que este tipo de pruebas colectivas solo pueden hacerse en la primera semana. 

Será una crono por equipos entre las localidades belgas de Vannes y Plumelec "atípica", en palabras de Prudhomme, serpenteante en su primer tramo accidentado y con un kilómetro y medio final en franca subida a la cota de Cadoudal, con una pendiente media del 6,2 %, terreno para que los directores pongan a punto estrategias.

El Tour, jornada a jornada

La primera semana, con proliferación de etapas llanas, cuenta con algunas trampas. Y con el retorno de las bonificaciones por primera vez desde 2008 y que tratarán de dar picante a las siete primeras jornadas en línea, con un plus de 10 segundos para el ganador, de 6 para el segundo y de 4 para el tercero. 

Desde la segunda jornada, entre Utrecht y Zélande, toda ella en Holanda, el viento puede jugar malas pasadas. En la tercera, bajo la bandera belga, el Muro de Huy y su pendiente de casi el 10 % durante kilómetro y medio, juzgará el ganador, como suele ocurrir en la Flecha-Valona. 

Luego vendrán los adoquines entre Seraing y Cambrai, un total de siete sectores que totalizan algo más de 13 kilómetros, menos técnicos que el año pasado, casi todos ellos en recta y muchos en pendiente, para dar menos ventaja a los especialistas pero suficientes para reeditar la batalla que fueron en su pasada edición cuando el caprichoso clima quiso que se corrieran bajo una intensa lluvia.

El Tour visitará después su querida Bretaña con una llegada en el Muro de Bretaña en la octava etapa. Dos kilómetros de ascenso al 6,9 % de desnivel en los que el australiano Cadel Evans inscribió su nombre en 2011 en su única visita. 

Luego vendrá la contrarreloj colectiva y, enseguida, la primera jornada de reposo al pie de los Pirineos, menos duros este año que los Alpes, con la inédita subida a la Pierre Saint-Martin, 15,3 kilómetros al 7,4 %, de entrada.

Una segunda etapa de desgaste, con el ascenso a Aspin y el Tourmalet, pero llegada en plano y otra meta en alto, en la cima de los 15,8 kilómetros al 7,9 % de desnivel que coronan el Plateau de Beille. La transición se hará por el macizo Central, con sorpresas como la cota que lleva a la meta de Mende en la decimocuarta etapa.

Después solo quedarán los Alpes. Pero será una explosiva guinda al pastel, cuatro etapas y tres llegadas en alto. Dos primeras largas y duras, la primera con final en Pra-Loup y sus 6,2 kilómetros al 6,5 % de desnivel, donde el belga Eddy Merckx vistió por última vez el maillot amarillo en 1975, 40 años antes. 

La segunda con la llegada en el largo descenso del Glandon, cuya cima está a 40 kilómetros de la meta. Y las dos últimas muy cortas, como serán para entonces las fuerzas de los ciclistas. Primero los 138 kilómetros que llevan a la Toussuire (18 kilómetros al 6,1 %), tras haber ascendido el inédito Chaussy, la Croix de Fer y el Mollard.

Y finalmente los apenas 110 kilómetros de la penúltima etapa que no paran de subir y bajar. Al Telegraphe, al Galibier y, finalmente, a la cima del mítico Alpe d'Huez que abrirá al ganador las puertas del París.