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El último y desesperado intento de Víctor Valdés por disfrutar del fútbol

“Me siento feliz”, dice Víctor Valdés en vísperas de su estreno con el Standard de Lieja, previsto para este sábado frente al Leuven en la primera división de Bélgica. Feliz no es una palabra que el guardameta español suela emplear con naturalidad.

 Más bien parece un término que le es ajeno, extraño y cuya lejanía le ha conducido a una permanente batalla en la orilla de un profundo abismo. Valdés, de 34 años, padre de tres hijos, millonario, tricampeón de la Champions, ganador de una Eurocopa y un Mundial con España, indiscutiblemente uno de los mejores porteros del fútbol mundial en las últimas décadas, sigue volcado en un intenso proceso de expiación, una confesión pública de los demonios internos que, en sus propias palabras, convirtieron su vida en “una tortura”.

Se supone que ese infierno se agota en Lieja, en el Standard de la infracompetitiva Jupiter Pro League, el lugar a donde media Europa mira para comprobar si el gran Víctor Valdés está de vuelta, si ha recuperado la potencia tras su terrible lesión de rodilla, el instinto de gato bajo los palos y, sobre todo, el equilibrio emocional, la cordura. “Está perfecto, nos ha asombrado en los entrenamientos y va a jugar ya”, anunció en perfecto castellano su entrenador, Yannick Ferrera, belga con orígenes onubenses.

Por supuesto, al respecto aguardan extensas dudas. Tras su triste periplo por el Manchester United (sólo dos partidos jugados, el último hace ocho meses frente al Hull) y su reincidente trastazo con el ladrillo de Louis van Gaal, no dejó de sorprender la elección de Valdés para, se supone, su definitiva rehabilitación. El Standard es un club alejado de la élite, actualmente octavo en la liga belga, sin presencia en las competiciones europeas. El ambiente que se ha encontrado, además, no ha sido el más amable. El extremo Mathieu Dossevi sentenció: “No hacía falta que viniera”. Radomir Antic, el entrenador que le lanzó en el Barcelona, discrepa: “Me parece una buena elección, alejado de una presión excesiva y con seguridad de jugar. Víctor no es feliz si no puede estar en un campo de fútbol”.

Eso resulta discutible y el primero que lo hace es el propio Valdés. El pasado 15 de junio, el guardameta sorprendió con una entrevista a corazón abierto con la cadena colombiana 'RCN'. “Si pudiera volver atrás, no volvería a ser portero. No me ha compensado lo que he sufrido con el tiempo que me ha ido bien. Si tuviera que hablar de fútbol, hablaría de miles y miles de momentos de sufrimiento”. Algunos consideraron aquello un arrebato del guardameta. Tras la lesión (rotura del ligamento cruzado) que padeció en sus últimos días en el Barcelona y que provocó que el Mónaco le dejara tirado desestimando su fichaje, Valdés tomó una decisión: enfrentarse cara a cara y públicamente a sus demonios. Todo ello lo volcó en un libro, #MétodoV, publicado en 2014, una confesión descarnada del lado oscuro del deporte y, en particular, de la profesión de portero.

“Yo nunca quise jugar de portero (…). A mí, como a la mayoría de niños, lo que me gustaba era meter goles y sentirme un héroe reconocido por todos y no que me los metieran y ver en la cara de los demás la decepción y reprobación (…). Te hacían sentirte señalado, trasladando poco a poco esa soledad de la portería a tu vida”, narraba Valdés en un confesionario con evidentes tintes freudianos. “Empecé a jugar de portero a los ocho años, empujado especialmente por mi padre, que veía en mí un talento innato. Hoy le estoy agradecido. Pero cuando era niño no lo entendía (…). En La Masía sentía una soledad tan profunda, tan dolorosa, que me llevó a pensar que mi vida no tenía ningún sentido (…). Y empezó a derivar hacia la tristeza y, en algunos momentos, la desesperación. Soñaba con volver a atrás, con volver a sentir la felicidad de practicar un deporte para divertirme con mis amigos. Porque me gustaba el fútbol, pero odiaba jugar de portero”.

El grito de Valdés hizo coro y generó debate. “Ser portero invita a los demás a pensar que el responsable de la derrota es aquel a quien meten gol. Es difícil acorazarte frente a esa idea”, reflexionaba Andoni Zubizarreta. “La gente olvida que la presión hace que muchos se queden por el camino, a veces tirados en la cuneta por entrenadores sin escrúpulos”, lamenta Valdés, echando mano de estadísticas. No hay que pasar por alto que casi la mitad de los futbolistas tratados de trastornos depresivos sean porteros, igual que quienes no los superan. Andreas Biermann, Ibarra, Vivalda, Lester Morgan Suazo, Mariano Gutiérrez, Schulmeister a sus 25 años, Héctor Larroque… La lista de guardametas suicidas resulta angustiosamente extensa.

Valdés vivió de cerca el caso de uno de ellos, Robert Enke. “Mi carácter me ha empujado hacia arriba, pero tal vez un empujoncito más y habría caído al pozo. He vivido cosas impactantes, como el suicidio de un compañero por entrar en depresión, quizás producida por la crítica a la que nos toca enfrentarnos cada día los porteros”. Sobra decir que Valdés no es amigo de los periodistas. Uno de los que intentó acercársele fue Amadeu García, redactor de la biografía del guardameta (La historia del niño que no quería ser portero, Al Poste, 2013). “Víctor tiene ante sí un doble reto. Por su condición de trabajador extremo, entiendo que su recuperación física será plena. Hay más dudas sobre su estado mental. Hay que tener en cuenta que ha sufrido hasta en el Manchester, donde Van Gaal ha cumplido algo que le dijo tras rebelársele en su Barça (se negó a volver al filial): le perdono pero no lo olvido”, recuerda para 'El Confidencial'.

Tras todo esto el inclasificable Valdés, amante del piano y de los toros, busca su definitiva redención en Lieja, a donde se dirigirán más focos que nunca. Ha de rendir bien y ha de hacerlo rápido. En seis jornadas, debe meter al Standard entre los seis primeros que juegan los playoffs por el título. Si no, en mes y medio habrá terminado su temporada. Mientras, los ojeadores de los grandes de Europa no perderán detalle. En seis meses, Valdés será un jugador libre para firmar con quien desee. Una bicoca en caso de recuperar su esplendor, su karma. “El éxito siempre tiene un precio y el mío fue la soledad, la falta de afecto. Pero ya estoy en paz”. 

Fuente: Diario El Confidencial