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Blatter y su futuro al frente de la FIFA

Diario Milenio. Fatigada, la puntillosa voz de Blatter en otros tiempos, sonaba viscosa. Síntoma del desvelo, la bilis y el ayuno, tragaba saliva espesa. Aceptó superficialmente culpabilidad, repartió responsabilidades y en todas sus intervenciones llevó a cabo una pulcra estrategia de control de daños: mirar para adelante.

En el caso de Blatter, con 17 años en el cargo, su mirada es tardía. Blatter se llevó la mano al corazón en varias ocasiones intentando conmover un auditorio espeso. Estaba en campaña. Desde su posición, principal y privilegiada, aprovechó cada momento del día para demostrar arrepentimiento, pedir confianza y seducir votantes indecisos. Momentos después de su puesta en escena, la realidad rompió el clima de cursilería cuando un grupo de activistas pro Palestina, consigue colarse en el Congreso. El rostro de Blatter, tierno y rollizo minutos antes, se desdobló desde la papada hasta la frente con la energía del represor incómodo llamando al cuerpo de seguridad: Por favor, seguridad. Recuperada la calma dentro del Hallenstadion, por fuera corría una amenaza de bomba encendida en las redes sociales. Evacuado y registrado el edificio, FIFA continuó aprobando la agenda.

Horas de discursos, reportes, informes, sacos y corbatas, durante las cuales los miembros del comité, se inclinaban frente al atril repitiendo esos mantras sectarios: El futbol es más que un juego, por el bien del futbol y por un mundo mejor. Entre rezo y rezo se colaban, sin discreción, los estados financieros, los programas de desarrollo y todo el peso del corporativismo retratado en los clásicos videos que hacen llorar a Blatter, donde el niño negro le pasa el balón al niño blanco. Aplausos. Y de nuevo, otro comité y otro discurso al escenario, cada uno con el protocolario: "ladies and gentleman", dentro de un auditorio donde la representación femenina era mínima. Antes del primer receso, fueron revisadas las cuentas consolidadas de 2014 y del periodo cuatrienal 2011-2014 y a continuación, el presupuesto del 2016. Los miembros de FIFA votaron en sus consolas digitales apretando el botón verde a favor, el amarillo para abstenerse y el rojo en contra. Casi como en la Play Station. Todas las cuentas se aprobaron con abrumadora mayoría. De acuerdo al panorama, los números que evalúan el dinero son fundamentales. Los puntos álgidos vendrían después de los croissants y el chocolate, entre ellos, la propuesta presentada por la Asociación de Futbol de Palestina para la suspensión de la Asociación de Futbol de Israel. Uno de los temas estelares del Congreso número 65 de la FIFA que prometía estirar su arrugado pellejo político. Tras el almuerzo, el fútbol entraba en el pantano. Palestina de un lado, Israel del otro, los Estados Unidos en el pasillo y Rusia en el recibidor.

Pasteurizadas al máximo las palabras del Presidente de FIFA, el último de los dictadores deportivos en funciones del siglo XX, eran reutilizadas, recicladas. Nada de lo que Blatter decía -recordando siempre la estructura piramidal de FIFA: asociaciones, federaciones, federación internacional-, coincidía con la imagen de un organismo internacional culpable. Blatter apuntó contra las personas que integran FIFA, nunca contra la FIFA que encabeza y que veta o vota a sus miembros como los detenidos esta semana. Para Blatter FIFA es inocente y sus asociados culpables. Disciplina, ética, solidaridad, transparencia, apoyo, equipo, honor, honestidad. El discurso se agotó. Era un poema cínico. Sonaba hueco, más huecos los aplausos, divididos y en su mayoría paganos. La postura de Platini -el único futbolista del comité ejecutivo- recargado sobre su asiento, con la mano en la barbilla y el codo sobre la mesa, era la gran imagen del Congreso. Harto, aburrido, asqueado. Platini no movió un dedo durante toda la jornada. No aplaudió a Blatter que se sentaba a su lado, no tuvo un solo gesto de debilidad. Ni siquiera cuando el suizo mencionó al francés previo al minuto de silencio por las víctimas de Heyssel, hoy hace 30 años. El bloque europeo encabezado por Inglaterra, Alemania, Francia y los Estados Unidos como principal aliado, encarnaban en Platini. Ahí estaba el partido: UEFA y FBI vs FIFA. La oposición se había plantado dispuesta a impedir su reelección.

Antes de elegir Presidente, FIFA discutiría la delicada propuesta Palestina en contra de Israel. Uno de los puntos más espinosas del día resultó clave en el ánimo del Congreso. Era una decisión cantada 90% de los votos vetaron la expulsión. Se establecieron mecanismos y comités de observación entre Palestina e Israel, que en un acto de deportividad, caminó desde su sitio hasta donde se encontraba la representación Palestina y le extendió la mano. Aunque ambas federaciones pidieron la palabra para reiterar mensajes políticos con energía, fue uno de esos momentos que excitan a Blatter y que utiliza electoralmente con demagogia y conveniencia para perpetuarse en el cargo como ministro de la humanidad. Blatter, a punto de las lágrimas, aprovechó el estado de civismo y amor que se había instalado en el salón para colgarle la medalla al futbol. Este gran deporte dirigido por hombres de dudosa reputación. Me da por pensar que si el FBI no hubiese intervenido a tiempo, en algún momento de la historia FIFA habría exigido el Nobel de la paz para Joseph Blatter.

Establecido un ambiente idílico, se habló de racismo, discriminación, salud y futbol femenino. Todos los pergaminos sagrados que dan legalidad, justicia y representación al juego. Son temas que FIFA lleva años utilizando como barricada frente a una maquinaria que fabrica dinero, poder e influencias en los cinco continentes, disfrazada bajo programas de desarrollo, precisamente, en esos países de Africa, Asia, America Latina y el Caribe, que esta tarde volvieron a ser el voto duro de Blatter.

Aquí está mi sonrisa una vez más, dijo Blatter minutos antes de la elección y tras la intervención de Isha Tejan-Cole Johansen de Sierra Leona, una de las dos mujeres que preside una Federación de Futbol en el mundo, la otra es Sonia Bein Aime, de las islas Turcas y Caicos, a la que Blatter elevó ayer a su comité ejecutivo. Isha Johansen, agradeció el papel de FIFA y Blatter apoyando a su país en la lucha contra el ébola. Los símbolos favorables para Blatter sucedían uno tras otro. Apareció el nombre de Mandela y no podía faltar un último video del Presidente, que cerró el Congreso con una iniciativa llamada "Apretón de manos por la paz". Hagámoslo, gritó Blatter a los congresistas, démonos la mano por la Paz. La respuesta fue desoladora. El auditorio estaba cansado de escucharlo y dividido. Blatter dio la mano a Jérome Valcke, secretario general y consejero, y entonces, quedó bien acompañado frente a la elección.

Como única candidatura que llegó hasta al final, el Príncipe Jordano Ali bin Al-Hussein habló con timidez. Muy tierno en un estanque de tiburones, no tuvo la firmeza ni el trapío que se necesita para vencer un caudillo enroscado en una de las sillas más influyentes del mundo. Al Hussein nunca fue oposición, tampoco era opción. Ya lo hemos visto, se necesita la intervención del FBI para sacar a Blatter de FIFA y falta por ver, que esto alcance. La primera votación 133 votos para Blater, 73 para Hussein, obligaban a una ridícula segunda vuelta. Blatter iba a ser elegido por mayoría simple pero Hussein se retiró. Cumplirá 21 años al frente del futbol si la justicia y el tiempo se lo permiten. A partir de aquí, el futbol ha quedado fragmentado en grandes bloques: FIFA, el tercer mundo, Rusia, los Estados Unidos. los aliados, el FBI y la UEFA. Blatter lo había hecho, consiguió lo que nadie había logrado en más de 100 años de historia: dividió al mundo en nombre del futbol. Exhausto y exultante, morirá con FIFA.